Creo en Gaia, una Tierra nacida del Nuevo Paradigma, conjunto
de creencias surgidas del convencimiento colectivo de que el ser humano no
tiene más remedio que avanzar en comunidad e igualdad si quiere crecer en
armonía y no perecer víctima de sí mismo, de los monstruos por él creados y
alimentados por un ego mal entendido. Creo en Gaia, una tierra que nunca
llegaré a ver, pero que representa la esperanza que sustenta mi visión del
mundo. Creo en Gaia, una tierra en la que el alma animista de sus habitantes se
fundirá con la Naturaleza suavemente, de tal forma que todo ser vivo será a la
vez una parte de ella y toda ella cabrá en él. Creo en Gaia, una tierra llena
de un saber florecido a partir de la inquietud por comprender y forjada en los
valores del Amor y la Sintonía. Creo en Gaia, y lo seguiré haciendo, porque es
lo suficientemente utópica como para permitirme confiar en ella. Creer en lo
posible es aburrido. Creer en lo imposible dibuja sueños que visten de brillo
la noche en la que vivimos hoy, la iluminan e ilusionan. Creo en Gaia porque es
femenina. Y lo femenino es originario, arquetípico, esencial, básico. Lo
femenino es intocable.
Siempre me ha resultado tan obvio lo descrito, que me cuesta
entender por qué, aún hoy en día –o, mejor dicho, sobretodo hoy en día- hay
hombres (uso el género porque me refiero exclusivamente a mis colegas de sexo)
que se empeñan en vejar lo femenino, en cualquiera de sus formas. Me cuesta
entender por qué algunos invierten tiempo planificando el mal y su deplorable
estrategia tiene a una mujer por objetivo. Me cuesta entender qué placer
encuentran en el dolor ajeno y, más en concreto, en el dolor de una fémina. A
esos me dirijo hoy.
A ti, machito, a ti, cobarde, va dedicado este post: a ti,
que crees que la fuerza está formada exclusivamente por músculos anabolizados;
a ti, que las sabes a ellas más inteligentes que tú y no soportas esa idea; a
ti, que confundes el poder con el
dominio, y el dominio contigo, de tal forma que finalmente eres tú el dominado
cuando crees dominar, y te jode; a ti,
cuya supina estupidez te lleva a creer que una rendición con dolor y lágrimas
es aceptación y consentimiento; a ti, que abusas vidas, violas cuerpos, manchas
almas y desgarras sueños; a ti, que te amparas en la oscuridad y cubres tu vergüenza y tu mala conciencia con
la vil complacencia de otros seres tan cobardes como tú; a ti, que no soportas
que una mujer te mire a los ojos porque ves desafío en cualquier mirada más
bella y limpia que la tuya; a ti, machito cobarde, a ti te digo que esa mujer,
esa niña, esa joven, es tu madre, tu hermana, tu hija, y al violar a la
primera, las violas a todas…incluidas las tuyas. Por mi parte, no hay perdón
para quién castiga sin motivo, para quién afrenta sin pudor, para quién ensucia
para siempre la vida de una hija de mi mundo... ni para quién escupe su maldad en
la cara de Gaia.