Si me preguntares de dónde soy, te contestaría “soy europeo,
nacido en Barcelona, capital de mi
Mediterráneo”. Llevo en mí los nombres de una amante de Zeus, de una ciudad a
la belleza rendida y de un mar que juega con el Sol. Paseo por la vida
sonriendo (pues en la sonrisa yacen los secretos de la felicidad y las
respuestas a toda duda), lloro con tu pesar, vibro con tu crecer y me aferro con
fuerza a la belleza y a la verdad ante cualquier desatino. A veces me miento al
no querer mentir, pues debiera, mas no puedo. Tengo a la sabiduría como musa de
vida, se manifieste o no, pues su mera búsqueda alimenta mi deseo de seguir
apelando a ella, y con eso me basta. Soy limitado en mil funciones, torpe en
otros tantos procederes, convulso en mis emociones y simple en sus
interpretaciones. Tengo pocas virtudes, pero las cuido con esmero, pues siempre
supe que era preferible regar con verdad y perseverancia la autoestima de ellas
derivada, que sembrar capacidades múltiples de fácil elogio y rápido olvido.
Acuño como preciado tesoro la palabra ajena que dice, la boca que expresa, el
corazón que manifiesta. Procuro vivir a costa de instantes, no planteo futuros
ni me anclo en pasados. Intento recoger las migajas de felicidad que cada día
se filtran por las grietas de un mundo que se va torciendo poco a poco. Soy un
realista de alma utópica, un pragmático de corazón romántico, un sentimental de
orgullo henchido que se altera sobremanera con la mediocridad, la vulgaridad,
la deshonestidad y con todo ser que anteponga una bandera a una verdad. Amo la
pasión, la propia y la ajena. Me ilumino con el brillo de unos ojos sinceros y
de un proceder noble. La música me eleva, me seduce, me reconforta con la vida,
me besa el alma. Pero por encima de todo esto, amo. Busco en ese verbo, y
encuentro, el placer supremo, la respuesta a todas las preguntas, el origen de
la vida, su devenir. No hay otro camino. Me refiero al amor que subyace,
inhóspito, en cada uno y que tapamos con las vacuas y fútiles situaciones a las
que la vida nos empuja, no al amor romántico (que también) que nos es regalado
a veces, aunque –también a veces- dure siempre. Expreso con amar la voluntad de
crecer a costa de entenderte, de comprenderte, de recoger el testigo de tus
preocupaciones y devolvértelo limpio, recuperado, sanado. Expreso con amar el
deseo de que tú hagas lo mismo conmigo, con cualquiera.
Sí, amo…pero también sufro. Sufro con la preocupación, con
la mentira, con el odio, con las fronteras, con la ignorancia. Me resultan
insoportables la infamia, la palabrería vana, la radicalidad y el diálogo mudo.
Desconfío de lo oficial y me bato en retirada cuando por mi horizonte asoman
apóstoles de cualquier “verdad única”. No me gusta lo perfecto, pues lo
considero anacrónico, antinatural, impostado. El mundo, la naturaleza, la vida,
tú, yo, somos básicamente imperfectos y en esa imperfección nos movemos,
compartimos, somos.
Así soy, del país de mí mismo, del tuyo, del de todos, pues
a todos los que me precedieron les debo la oportunidad de poder repetir, orgulloso,
que estoy hecho del nombre de una amante de Zeus, de una ciudad coqueta y bella
y del de un amigo del Sol.
No me identifico con ninguna otra territorialidad,
por mil argumentos que me la acerquen.